domingo, 2 de marzo de 2014

Identidad

¿Cómo sabemos quiénes somos?

De niños, los adultos de nuestro entorno nos cuelgan etiquetas que nos identifican y califican. Las mías eran: inteligente, rara, diferente, torpe, que no se entera, parece sorda, vive en la Luna, orgullosa, tímida, callada, obediente, buena, tonta...
Algo incongruente, ¿no? Era inteligente y tonta, orgullosa y tímida...
Yo sólo trataba de agradar, de ser amada, de ser escuchada y comprendida. Pero nunca lo lograba, había un muro invisible entre el resto de la humanidad y yo.

Entonces, cuando estás más confusa con tu identidad, llega la adolescencia...

En los NTs (Neurotípicos o "normales") la identidad se forja con la ayuda de sus iguales, se forman los grupos y la identidad individual infantil deja lugar a la identidad social. La presión social es mucho más fuerte y los impulsa a actuar y adaptarse para progresar en la sociedad, la ambición los impulsa, el deseo de tener un grupo y prosperar lo más posible en él, el deseo sexual se vuelve muy fuerte y las hormonas pasan a tomar el control la mayor parte del tiempo. Yo los veía y eran como un documental de animales grupales, se formaban complejas jerarquías, pertenencias, y el deseo de conseguir un estatus social y acceso al sexo eran más importantes que su futuro académico, que su familia e incluso que su sentido común, que se veía gravemente dañado ante la escalada hormonal.

¿Pero y nosotros? De pronto los compañeros de colegio que conocemos de toda la vida se convierten en desconocidos, cambian radicalmente sus intereses, su ropa, sus actitudes.
En este momento de la vida es cuando más apartados quedamos de la gente de nuestro entorno.

Y ahora, en medio de este cataclismo llamado adolescencia, debemos tomar una decisión: seguir siendo lo que nuestra familia quiere, obedecer sin rechistar, ser el hijo que quieren... porque nos aterra el mundo, nos frustra terriblemente todos los discursos de nuestros padres sobre cómo debemos ser, qué debemos pensar, en qué debemos creer... es más fácil seguirles la corriente, dejar que nos vistan, dejarles creer que pensamos y creemos lo que ellos... dejar que sigan sin conocernos. Pero, ¿Cómo vamos a dejar que nos conozcan? Sabemos que nuestras ideas son raras, que nuestro estilo les horroriza. Ellos tiene una imagen de cómo debemos ser, todas las familias los tienen. Los NTs adolescentes vuelven locos a sus padres en su búsqueda de identidad, tienen confianza en sí mismos, deseo de independencia, se creen inmortales, invulnerables... Yo en esa época de mi vida sólo conocía el dolor, el miedo y la frustración.

En mi caso tuvieron que pasar años y una terapia hasta que mi falta de autoestima me permitiera comenzar a buscarme a mí misma, comenzar a crear una identidad adulta. Mientras, mi familia seguía poniéndome etiquetas, pero yo dejé de creerlas, quería algo más para mí.

Así que miro a mi alrededor, leo, estudio y busco qué quiero ser, quién quiero ser, qué es aquello que merece la pena. Porque no podemos vivir con las etiquetas que nos ponen los demás, porque ellos no nos entienden, no nos escuchan, nos miran pero no nos ven..

No podemos esperar que nuestros iguales nos ayuden a autoafirmarnos y autodefinirnos porque no tenemos iguales, sólo gente de nuestra edad. Así que debemos no sólo encontrarnos sino que encontrar la fuerza para creer en nosotros a pesar de lo que digan los demás. Para, a través de la red, de buscar, de salir de nuestro cómodo pequeño entorno encontrar a nuestros cuasi iguales. Gente que comparta algunas de nuestras creencias, algunos de nuestros intereses, algunos incluso que nos comprendan un poco.

Porque eso es el comienzo de la vida, ser.
Sólo tú puedes vivir tu vida, y si tú no lo haces, ¿quién lo hará? Porque ningún ave puede vivir una vida plena sin salir del huevo, échale unos ídem y rompe el cascarón.


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