lunes, 17 de marzo de 2014

Llega la primavera, hora de empezar a plantar

Llega la primavera, los días son más largos, el sol se deja ver más y la Naturaleza despierta lentamente.
Yo ya estoy empezando a sembrar. En mi piso sólo llega el sol 6 meses al año así que los aprovecho al máximo.

Si no habéis probado nunca cultivar vuestras verduras este es un buen momento para comenzar. Puede ser una tarea familiar, algo que hacer con los niños para enseñarles de donde sale lo que comen.

Me encanta el momento en que la plantita surge de la tierra, tan frágil y tan esperanzada, llena de fuerza e ímpetu. Parece mentira que de ese pequeño brote surja una tomatera. Y un día da flores y otro pequeños tomatitos. Y esperamos y miramos como maduran al sol hasta que están listos para recoger.

Lo primero es conseguir un lunario, yo tengo el de Michel Gros que fue el que más me gustó. Las semillas de una droguería de esas de las de antes, y ecológicas, ojo.
Un poco de compost y unas macetas. Y para regar es mejor dejar el agua del grifo un día en una botella abierta antes de usarla.

Que no tienes ni idea, pues yo no la tenía tampoco cuando empecé, que mis verduras eran pequeñas e imperfectas, pero con un sobresaliente en sabor.

Ayer planté unos guisantes y pimientos. Mañana toca zanahorias, cebollas y ajos.

Y sí que salen en macetas, aunque muchos se sorprendan, según el espacio disponible se eligen plantas más o menos grandes. Y tampoco hay que olvidar la menta, el perejil, el tomillo...

Vuelve a la tierra, aunque sea en pequeñas macetas, come productos frescos cultivados lo más cerca posible y de estación.
Que se pueda conseguir algo no significa que sea bueno o sano.
Podemos tener lechuga en invierno y es difícil de digerir porque está cultivada en invernadero con demasiado riego y nitrógeno para la luz artificial que recibe y queda un pelín tóxica.
Podemos tener tomates en invierno y no tienen sabor.
Podemos tener frutas tropicales que vienen del otro lado del mundo. Eso significa que se recogen cuando están muy verdes y se almacenan y van madurando en oscuros contenedores. De esta forma pierden todo el sabor y las vitaminas que se consigue cuando la fruta madura naturalmente en el árbol.
Y todo esto sin hablar de transgénicos, insecticidas, herbicidas y demás toxinas que acabamos consumiendo y acumulando en el organismo.

En esta época tan mecanizada y consumista casi nos olvidamos que somos parte de un planeta que vive y respira, que tiene unos ciclos y unos tiempos. ¿No es más sano vivir según esos ciclos en lugar de empeñarnos en que el sea el planeta el que se doblegue a nuestros caprichos consumistas?
Somos parte integrante de este planeta que baila a través del espacio, así que olvidemos nuestros caprichos y bailemos con él.



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